La máscara y el otro mundo
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La máscara y el otro mundo
La máscara es una falsa cabeza tras la que, en ocasiones, se ocultan enviados del más allá. Instrumento para los que desean imponer otras realidades, la máscara es siempre una cabeza alternativa o de repuesto. Pero ¿qué puede esconder?
Todo se puede conseguir mediante la máscara: disfraz, engaño grotesco o divertido...Sin embargo esa pieza, a veces leve como una pluma y en ocasiones pesada como el hierro, puede presentar también un aspecto no tan inofensivo como el que se desprende del simple y leve antifaz.
En ocasiones, esa puerta,o brecha, abierta en la muralla de las convenciones, compromisos y normas del grupo, adopta configuraciones y significados auténticamente siniestros, cuando encarna a lo Otro, a lo radicalmente separado y ajeno con respecto a la humanidad cual es lo numinoso, o su expresión un poco más cercana pero igualmente preocupante, de lo sagrado.
Tal como dice Nelly García Gavidia, los antiguos griegos utilizaron las máscaras en los cultos a deidades que estaban directamente relacionadas con la alteridad, como Dionisos, Artemisa y Gorgo (la Gorgona Medusa).
La máscara estuvo casi siempre asociada a lo fantasmal y a la muerte, a esos espacios reales y virtuales que hemos denominado espacios-frontera. Esa otra cabeza -falsa o verdadera, según diferentes opiniones- representa por tanto a los muertos, a la Muerte y al Otro Mundo.
En ciertos casos, también representa a los demonios enmascarados que, en determinadas culturas, tienen encomendada la tarea de velar y proteger a los difuntos.
En estas circunstancias, llevar una máscara -afirma J-P. Vernant- es dejar de ser uno mismo y encarnar, durante el tiempo de la mascarada, la Potencia del Más Allá que se ha apoderado de nosotros y de la que imitamos en conjunto el rostro, el gesto y la voz...
Por tanto, el poder significante de las máscaras adquiere aquí unos tintes bastante más sombríos, porque, llegado el caso, ¿quién podría decir cual es la auténtica cabeza de ese personaje enmascarado que nos habla o que, simplemente, tenemos ante nosotros y que nos mira a través de orificios practicados en una estructura que parece artificial, aunque bien pudiera no serlo, o no serlo del todo?
Caminamos por un largo pasillo. La oscuridad que nos rodea permite distinguir el contorno de las paredes y de las puertas que hay a ambos lados. Observamos algo, allá al fondo. Una figura que se acerca o a la que nos acercamos sin poder evitarlo. Poco a poco, distinguimos los detalles. Es un personaje de elevada estatura, envuelto en ropajes, algo como un manto o, tal vez, Dios no lo quiera, una mortaja. No se distinguen sus extremidades. Ni manos, ni pies. La cara, cubierta con una máscara en la que se reproduce un semblante de rasgos banales. Cuando ya estamos a su altura, nos damos cuenta de su absoluta inmovilidad. Es como una estatua, yerta y fija. Acercamos la mano, tocamos la superficie dura y helada que cubre aquella faz y, con un esfuerzo, la arrancamos...para encontrarnos con que, tras esa máscara, no existe rostro alguno...
Las máscaras cumplen una función de representación del universo Otro, tan ajeno y extraño a la humanidad como pueda serlo el mundo de los espíritus en particular o el de lo sagrado y lo numinoso en general. Al tiempo, cumplen también en ocasiones una función protectora, tanto del portador como de aquellos que le rodean.
Porque de lo sagrado y de todo lo que con ese ámbito se relacione, es necesario tomar las debidas distancias y guardarse adecuadamente, según nos dicen los sabios. Y las máscaras conservan durante largo tiempo ese poder derivado de su correspondencia con el más allá, de manera que pueden canalizar y distribuir dichas energías sin que por ello y a través de su uso, vayan a causar un daño irreparable.
Sin embargo, sabemos que las fuerzas del Ultramundo utilizan asimismo las máscaras como elementos de protección y consolidación de su poder mágico, basado en la posibilidad de ocurrencia de los hechos. Pero esto sólo acontecerá en ciertos entornos, reservados por esa razón para la actuación de dichas fuerzas. Tal como ocurre en el carnaval, o en determinados recintos, fiestas y rituales vinculados por dicho motivo con lo sagrado, aunque a veces puedan estar unidos también con la oscuridad y el temor.
Aunque tal vez, como dice René Guénon, cuando en esas máscaras se representan los principios de la muerte y del terror, mediante las llamadas cabezas o máscaras monstruosas -el Kâla-Mukha, cabeza monstruosa y terrible que se encuentra en los templos de Camboya y Java, o la representación hindú de los Yakshas, junto con la de diversos genios guardianes, entre otras- esos principios destructores allí mostrados -fauces devoradoras, mandíbulas que entrechocan, dientes de la muerte, tinieblas, oscuridad- equivalen, en realidad, según afirman los intérpretes de estas tradiciones, a una auténtica Puerta solar, a un camino de renacimiento y nueva vida.
La tradición, con su sabiduría contrastada, nos dice también que aquello que las máscaras y los personajes enmascarados desean en realidad por encima de cualquier otra cosa, es nuestra cabeza, para colocarla en el lugar, casi siempre vacío, de la suya propia. De manera que, ocurra lo que ocurra, tengamos cuidado de no perderla ni en el juego, ni en vanas discusiones, ni mucho menos en el acontecer ordinario de la vida, por importantes que sus empeños puedan parecer.
(De "Cabezas, máscaras y dioses", J.L.Cardero)
Todo se puede conseguir mediante la máscara: disfraz, engaño grotesco o divertido...Sin embargo esa pieza, a veces leve como una pluma y en ocasiones pesada como el hierro, puede presentar también un aspecto no tan inofensivo como el que se desprende del simple y leve antifaz.
En ocasiones, esa puerta,o brecha, abierta en la muralla de las convenciones, compromisos y normas del grupo, adopta configuraciones y significados auténticamente siniestros, cuando encarna a lo Otro, a lo radicalmente separado y ajeno con respecto a la humanidad cual es lo numinoso, o su expresión un poco más cercana pero igualmente preocupante, de lo sagrado.
Tal como dice Nelly García Gavidia, los antiguos griegos utilizaron las máscaras en los cultos a deidades que estaban directamente relacionadas con la alteridad, como Dionisos, Artemisa y Gorgo (la Gorgona Medusa).
La máscara estuvo casi siempre asociada a lo fantasmal y a la muerte, a esos espacios reales y virtuales que hemos denominado espacios-frontera. Esa otra cabeza -falsa o verdadera, según diferentes opiniones- representa por tanto a los muertos, a la Muerte y al Otro Mundo.
En ciertos casos, también representa a los demonios enmascarados que, en determinadas culturas, tienen encomendada la tarea de velar y proteger a los difuntos.
En estas circunstancias, llevar una máscara -afirma J-P. Vernant- es dejar de ser uno mismo y encarnar, durante el tiempo de la mascarada, la Potencia del Más Allá que se ha apoderado de nosotros y de la que imitamos en conjunto el rostro, el gesto y la voz...
Por tanto, el poder significante de las máscaras adquiere aquí unos tintes bastante más sombríos, porque, llegado el caso, ¿quién podría decir cual es la auténtica cabeza de ese personaje enmascarado que nos habla o que, simplemente, tenemos ante nosotros y que nos mira a través de orificios practicados en una estructura que parece artificial, aunque bien pudiera no serlo, o no serlo del todo?
Caminamos por un largo pasillo. La oscuridad que nos rodea permite distinguir el contorno de las paredes y de las puertas que hay a ambos lados. Observamos algo, allá al fondo. Una figura que se acerca o a la que nos acercamos sin poder evitarlo. Poco a poco, distinguimos los detalles. Es un personaje de elevada estatura, envuelto en ropajes, algo como un manto o, tal vez, Dios no lo quiera, una mortaja. No se distinguen sus extremidades. Ni manos, ni pies. La cara, cubierta con una máscara en la que se reproduce un semblante de rasgos banales. Cuando ya estamos a su altura, nos damos cuenta de su absoluta inmovilidad. Es como una estatua, yerta y fija. Acercamos la mano, tocamos la superficie dura y helada que cubre aquella faz y, con un esfuerzo, la arrancamos...para encontrarnos con que, tras esa máscara, no existe rostro alguno...
Las máscaras cumplen una función de representación del universo Otro, tan ajeno y extraño a la humanidad como pueda serlo el mundo de los espíritus en particular o el de lo sagrado y lo numinoso en general. Al tiempo, cumplen también en ocasiones una función protectora, tanto del portador como de aquellos que le rodean.
Porque de lo sagrado y de todo lo que con ese ámbito se relacione, es necesario tomar las debidas distancias y guardarse adecuadamente, según nos dicen los sabios. Y las máscaras conservan durante largo tiempo ese poder derivado de su correspondencia con el más allá, de manera que pueden canalizar y distribuir dichas energías sin que por ello y a través de su uso, vayan a causar un daño irreparable.
Sin embargo, sabemos que las fuerzas del Ultramundo utilizan asimismo las máscaras como elementos de protección y consolidación de su poder mágico, basado en la posibilidad de ocurrencia de los hechos. Pero esto sólo acontecerá en ciertos entornos, reservados por esa razón para la actuación de dichas fuerzas. Tal como ocurre en el carnaval, o en determinados recintos, fiestas y rituales vinculados por dicho motivo con lo sagrado, aunque a veces puedan estar unidos también con la oscuridad y el temor.
Aunque tal vez, como dice René Guénon, cuando en esas máscaras se representan los principios de la muerte y del terror, mediante las llamadas cabezas o máscaras monstruosas -el Kâla-Mukha, cabeza monstruosa y terrible que se encuentra en los templos de Camboya y Java, o la representación hindú de los Yakshas, junto con la de diversos genios guardianes, entre otras- esos principios destructores allí mostrados -fauces devoradoras, mandíbulas que entrechocan, dientes de la muerte, tinieblas, oscuridad- equivalen, en realidad, según afirman los intérpretes de estas tradiciones, a una auténtica Puerta solar, a un camino de renacimiento y nueva vida.
La tradición, con su sabiduría contrastada, nos dice también que aquello que las máscaras y los personajes enmascarados desean en realidad por encima de cualquier otra cosa, es nuestra cabeza, para colocarla en el lugar, casi siempre vacío, de la suya propia. De manera que, ocurra lo que ocurra, tengamos cuidado de no perderla ni en el juego, ni en vanas discusiones, ni mucho menos en el acontecer ordinario de la vida, por importantes que sus empeños puedan parecer.
(De "Cabezas, máscaras y dioses", J.L.Cardero)
Re: La máscara y el otro mundo
pensaba que el horror de la mascara, es que en alguna parte nuestra sabemos que la personalidad es una máscara que hemos tomado,y que algun dia tendremos que dejar, para encontrar, quizá, que no hay nadie tras la mascara, o si,lo hay,es un ser impersonal de amor, a quien no le interesa nada de nuestros esfuerzos tontos que hemos hecho en esta vida...de nuestros terrores o vanidades.
(¿es que no ocupamos el tiempo como debíamos? ¿estuvimos enganchados en nada para nada?) enfrentar esa verdad da mas terror q todas las mascaras de monstruos y demonios, creo yo..
(¿es que no ocupamos el tiempo como debíamos? ¿estuvimos enganchados en nada para nada?) enfrentar esa verdad da mas terror q todas las mascaras de monstruos y demonios, creo yo..
Re: La máscara y el otro mundo
decía una escritora brasileña, Clarice Lispector, que elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario.
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